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Ruta "Castro de la Mesa de Miranda"

Ruta: Circular de 10 kilómetros.

Salida: La Cañada - Chamartín

Viabilidad: senderismo, senderismo con perros.

Dificultad: muy fácil

Horas:5 horas.

Salimos de La Cañada sobre las 9:30 horas del 25 de diciembre, un día magnífico para salir de excursión, para dirigirnos hacia Chamartin, municipio situado a 22 km de Ávila, donde se encuentra el Castro que hoy vamos a visitar. Una vez allí, aparcamos al pie del Centro de Interpretación y comenzamos la ruta hacia el Castro. La mañana comenzó nublada y acabó muy soleada y con calor.


La ruta se encuentra perfectamente señalizada, transcurre por un camino de tierra durante 2,5 kilómetros, entre fincas ganaderas, casi en paralelo al rio Riohondo y entre un paisaje de roca granítica y dehesa de encinas carrascas absolutamente impresionantes.




Al llegar al recinto, todo vallado, hay que entrar por un gran portón.


Y, enseguida están las primeras señaléticas que te van informando de lo que se va a disfrutar. El recinto es impresionante, más de 20 hectáreas entre encinas que dan al castro un aspecto mágico y que enseguida te sumerge en la Edad del Hierro.



Conviene hacer el recorrido siguiendo las indicaciones del recinto, ya que de esta manera se puede ir apreciando las distintas finalidades de las murallas y la organización social de la comunidad vetona.




El pueblo vetón, pobladores prerromanos de cultura celta, habitaron un sector concreto de la parte occidental de la península ibérica, entre la que destaca Ávila[1]. En Ávila encontramos importantes vestigios vetones, en sus Castros repartidos por la provincia. Uno de los más singulares, menos conocido que el castro de Ulaca (Villaviciosa) y el de El raso (Candeleda) es sin duda el castro de la Mesa de Miranda, donde se emplaza el poblado fortificado del mismo nombre, es un extenso cerro amesetado y escarpado, ubicado estratégicamente en la confluencia de los ríos Matapeces y Rihondo, a 1145 m de altitud y 26 km al oeste de Ávila. Domina desde lo alto un extenso territorio, que limita al norte con las tierras llanas y agrícolas del valle del Duero, y al sur con las primeras estribaciones de la sierra de Ávila.


El Castro de la Mesa de Miranda se localiza sobre el espolón que forman los arroyos Matapeces y Rihondo en el límite entre la sierra de Ávila, al sur, y la Moraña, al norte. Es uno de los grandes oppida vettones de la Meseta occidental. Se denomina Oppida a poblados fortificados de la Segunda Edad del Hierro.


Este Castro de más de 20 hectáreas, está bajo la protección de la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español. Fue descubierto en 1930 y excavado por Juan Cabré, su hija Encarnación Cabré y Antonio Molinero entre 1932 y 1945. Los trabajos arqueológicos se centraron fundamentalmente en la necrópolis. Aquí, el primer mapa que se hizo de los años treinta (siglo XX)



El asentamiento, habitado desde el siglo V hasta el siglo I a. C. está formado por tres recintos:


El primero, denominado Castillo Bajero, está protegido por una muralla de 1.300 m de longitud, defensa que se complementa, por el sur, lugar de más fácil acceso, con un foso y un campo de piedras hincadas para dificultar posibles ataques del exterior. El I Recinto es el más antiguo y el más grande (11,5 ha), donde previsiblemente vivió el grueso de la población. Estaba todo amurallado.


El segundo, adosado a éste, es el Castillo Cimero, dedicándose a albergar zonas de producción, almacenamiento y encerradero de ganado, de unas 7,5 hectáreas.


El tercero, se ha identificado como un complemento defensivo, en él está la gran torre, a modo de gran “broch” y columnas de piedras ciclópeas.



Una vez recorrido el recinto nos dirigimos hacia "la necrópolis".


Como decíamos, junto al castro se encuentra la necrópolis de la Osera en la que se han exhumado más de 2.200 tumbas, todas pertenecientes a la II Edad del Hierro, especialmente de los siglos IV y III a.C.



Estamos ante uno de los cementerios más grandes y mejor conocidos de la Segunda Edad del Hierro en la Península Ibérica. Fue excavado en su totalidad y permitió documentar algo más de 2.100 sepulturas realizadas y 60 túmulos y encachados de piedra de distinto tamaño (entre 2 y 6 metros de diámetro) y forma (oval, circular, cuadrangular), que encerraban varias urnas.



La cremación de los cuerpos -“ustrinum”-era el ritual característico y se llevaba a cabo quemando en una pira el cadáver vestido con sus mejores galas, armas y adornos. Uno de los aspectos más conocidos la cultura celta es que sus necrópolis suelen estar en conexión con los poblados-castros, y como se ha dicho la cremación era el ritual funerario, Las cenizas resultantes de la incineración se depositaban en urnas, que se enterraban en los distintos recintos de la necrópolis, reflejan la continuidad de la más antigua tradición hallstáttica. La cultura celta, no presenta una antropología pesimista de la muerte como la que caracteriza a otros pueblos de la antigüedad, como los que adoptaron el cristianismo. Por el contrario, consideraban un honor morir en combate, no se nos olvide que era un pueblo guerrero, y quedaban los cuerpos de los guerreros expuestos para ser devorados por buitres u otras aves carroñeras una creencia que otorga a los animales un papel mediador entre la vida y la muerte. Así, podemos distinguir dos rituales funerarios, según Eliano (10,22) “…dan sepultura en el fuego a los que mueren de enfermedad..., más a los que pierden la vida en la guerra... los arrojan a los buitres, que estiman como animales sagrados".


Y si de animales hablamos, claro, no podían faltar los “verracos”.


Si algo destaca es también la importancia de su Naturaleza, con encinas monumentales.


Finalmente, desde el mirador se puede contemplar todo el recinto, para darnos cuenta de su magnitud, y además del enclave natural en el que se encuentra.

Realmente, nos ha encantado.





¡Hasta pronto!


[1] limitaban con los pueblos vacceos al norte, con los astures al noroeste, al este con los carpetanos, al sur con los oretanos, túrdulos y célticos y al oeste con los lusitanos

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