Ruta de "las piedras talladas"
Ruta: De ida y vuelta, 21 km. Salida: La Cañada, Ávila, en coche hasta La Rinconada, Ávila. Viabilidad: senderismo, senderismo con perros, con tramos aptos para caballos. Dificultad: alta, conviene llevarse un buen mapa y agua que no hay en el camino. Duración: 8 horas.
Dicen, que en los años cincuenta del pasado siglo XX, en el Cerro Morales (San Juan de la Nava, Ávila) habitaban guardas forestales como retén permanente que protegía Las Iruelas. Allí vivían y allí trabajaban, en lo alto, a 1.337 metros de altitud. Hoy ya no queda nada ni de la torreta de vigilancia ni de las cabañas. Pero el bosque hizo aflorar la imaginación de aquellos forestales que, cincel en mano, tallaron en las rocas graníticas un conjunto de grabados y esculturas. Apenas se sabe nada más, el lugar fue abandonado como muchos otros, dando paso a otro estilo de vigilancia forestal, pero la leyenda local dice que las piedras talladas resisten al tiempo y que son el recuerdo, aún vivo, del paso de aquellos vigilantes de los bosques, y que allí siguen, dando al bosque un aspecto mágico a la par que misterioso.
Quisimos saber si la leyenda era cierta y planificamos la ruta “de las piedras talladas” sin esperanza de encontrarlas, pero dispuestos a intentarlo.
Salimos de La Cañada a las 9:15 horas, con ánimo para disfrutar de una hermosa mañana otoñal, rumbo a La Rinconada (Ávila). Con las escasas orientaciones iniciales, comenzamos la ruta en “La Rinconada” a las 10:15 horas por el GR-10, en plena Reserva Natural del Valle de Iruelas, espléndido en este tiempo, transitando por la senda, hoy conocida como Gr 294 Ruta de los “Bosques mágicos del Valle de Iruelas” en dirección a Navaluenga (Etapa 2, Casa del Parque – Navaluenga).
Durante unos 8 kilómetros, caminamos en paralelo al embalse del Burguillo, no demasiado lleno, dejando ver “playas” de arena, que hacen las delicias de nuestras perras.
Tras bordear el burguillo, llegamos a Las Mazuzas, y desde allí seguimos camino hacia Venero-Claro.
Desde Venero Claro hay una pista forestal que sube hasta el nido del bufo, en lo profundo del bosque, se encuentra. El bosque está calmo, en un día tranquilo, rodeados de silencio, si acaso sólo roto por algún motorista. Comenzamos la subida. Poco a poco el bosque nos da la bienvenida, nos va envolviendo. Espectacular y bellísimo. Nuestra intención es llegar hasta el “Nido del Bufo”, donde sabemos que hay agua, nombre curioso porque el “bufo bufo” es el sapo común. Llegamos al embalse forestal, de exclusivo uso para bomberos, con abundante agua fresca. Y retornamos hacia el paraje de trampalones.
La pista forestal nos descubre unas vistas hacia el Valle del rio Alberche espectaculares, al fondo una Navaluenga que parece sacada de un cuento de hadas, en un valle verde envidiable, donde dan ganas de quedarse a vivir.
Es ahí cuando observamos, en silencio, a un conjunto de buitres descansando sobre unos pinos. Estratégicamente situados, para remontar el vuelo sólo tienen que dejarse caer sin esfuerzo y sobrevolar el espectacular valle. Quien fuera buitre.
Bajamos en dirección al portacho de trampalones, donde nos desviamos a la izquierda para empezar la subida al cerro morales, en busca de las piedras talladas. Es aquí cuando tenemos que echar mano del mapa y de la intuición. Dejamos atrás el pantano y al Alberche para tener delante al pico de La Escusa (1.960 metros). No vemos a nadie, ni siquiera ciclistas habituales por estas pistas. El día deja atrás el sol para nublarse definitivamente, y comenzamos a subir. No nos resulta en absoluto fácil, el bosque lo pone muy difícil, pero vamos apreciando distintos mojones orientativos, que van mostrando cotas desde las cuales poder reorientarse.
Finalmente, tras mucho rato de caminata, bordeando el cerro con subidas, llegamos a la cumbre. El Cerro Morales nos sorprende, porque aún de baja altitud (1.337) las vistas que ofrece son absolutamente increíbles.
Paramos para reponer fuerzas y comer, tanto humanes como perras. Observamos a nuestro alrededor con ojos ansiosos, pero ni rastro de las piedras talladas. Pensamos que ya nos tendríamos que ir sin verlas, sin encontrarlas. Aquello era como buscar una aguja en un pajar. Lleno de formaciones rocosas, a cada cual más caprichosa, nos hacía ver formas de animales, pero ninguna piedra tallada.
Optamos por continuar en dirección hacia "el lado del embalse". Pensamos que, seguramente, aquellos forestales tendrían las cabañas y el puesto de vigilancia tratando de ver ambos lados de los valles. Y acertamos. Nuestra emoción fue inmensa al descubrir ¡a la ballena!.
Y a partir de ahí caminamos en circulo, en busca de la mujer desnuda. ¡Y la encontramos!
No así la tortuga tallada, de la que nos habían hablado, que no logramos encontrarla, y que dicen que aún conserva algo de pigmento.
Con la meta cumplida, y siendo conscientes de que estas piedras talladas son unas desconocidas, alejadas de las rutas de senderismo habituales y difíciles de encontrar, nos fuimos con la extraña sensación de haber constatado una historia oral, contada en San Juan de La Nava, pero también con cierta sensación de vulneración de "algún secreto". Allí dejamos las piedras, con sus signos del paso del tiempo y sus historias, en espera quizá, de otros visitantes.
Bajamos por el monte, dificultoso, duro, con sus oronjas saludando entre la "pinocha", hasta recuperar el camino forestal que nos retorna a La Rinconada. El Valle de Iruelas en otoño deja paisajes asombrosos.
No cabe duda: estamos ante uno de los Parques Regionales más hermosos ¡si hasta esconde secretos! 21 kilómetros, realizados en ocho horas. Llegamos a La Rinconada a las 18:30 horas. Una jornada bien completa y para casa.
Por cierto, cazadores andaban por las Cruceras parados en el Bar, caza mayor, iban con rehalas de atención: ¡rafeiros do alentejo!.
Aquí más imágenes de esta intensa Jornada.